Cuando Marta ingresó como analista de datos en una empresa tecnológica, se encontró rápidamente con un jefe poco comunicativo. Las instrucciones eran vagas, los objetivos poco claros y la retroalimentación inexistente. Al principio, Marta comenzó a cuestionarse constantemente: "¿Por qué me tocó un jefe así?", "¿De quién es la culpa de esta situación?", "¿Estoy haciendo algo mal?". Estas preguntas, lejos de ayudarla, solo aumentaron su frustración y ansiedad.
Marta se dio cuenta de que estas preguntas negativas la mantenían atrapada en un ciclo improductivo, enfocada en sus debilidades, en el miedo a perder su empleo y en escenarios negativos que jamás sucedieron. Observó cómo esta perspectiva afectaba su confianza personal, llevándola a dudar de sus propias capacidades y habilidades.
Un día, conversando con una colega experimentada, Marta entendió la importancia de cambiar el marco de referencia. En lugar de concentrarse en la culpa o en lo negativo, comenzó a ampliar su perspectiva. Preguntas como "¿Qué puedo aprender de esta situación?", "¿Qué recursos o habilidades puedo utilizar para mejorar mi comunicación con mi jefe?" y "¿Cuáles son las oportunidades que esta situación me ofrece?" comenzaron a ocupar su mente.
Este cambio permitió a Marta considerar el contexto completo, identificar aspectos que antes no había percibido y buscar soluciones creativas. Por ejemplo, en lugar de culpar a su jefe por no dar instrucciones claras, Marta decidió proponer reuniones semanales para revisar el avance de sus tareas y clarificar expectativas. Además, comenzó a visualizar escenarios positivos donde su comunicación y desempeño mejoraban notablemente.
Al adoptar una actitud proactiva y asertiva, Marta dejó atrás la resistencia reactiva que la mantenía en una postura defensiva y limitaba su capacidad de respuesta. Reconoció que enfocarse en sus fortalezas en lugar de sus debilidades la ayudaba a actuar con más seguridad y efectividad.
Con el tiempo, este nuevo enfoque no solo mejoró su relación laboral con su jefe, sino que también reforzó su confianza personal y profesional. Marta comprendió que pensar estratégicamente no es solo una habilidad laboral, sino una herramienta poderosa para enfrentar y resolver diversos desafíos cotidianos.
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