Improntas y el Origen del Síndrome del Impostor

Clase 3 de 16Curso para Identificar y Vencer el Síndrome del Impostor

Resumen

Entender qué son las improntas y cómo afectan nuestra vida emocional es clave para abordar el síndrome del impostor, una condición vinculada estrechamente con vivencias tempranas y eventos que generan emociones negativas en nuestra mente. Profundizar en el concepto de improntas permite comprender mejor cómo ciertos recuerdos y situaciones condicionan nuestra autoestima y rendimiento en etapas posteriores.

¿Qué es una impronta y por qué importa?

Una impronta es un aprendizaje antropológico crucial adquirido por las especies para garantizar su supervivencia. Entre los 0 y 7 años, los seres humanos establecen las improntas más importantes, condicionando significativamente su desarrollo emocional y neuronal. Por ello, conocer mejor estos aprendizajes tempranos contribuye a gestionar con mayor claridad el síndrome del impostor.

¿Cuáles son los tres tipos principales de improntas?

¿Qué es la impronta primaria?

La impronta primaria se desarrolla principalmente entre los 0 y 10 años, formando las conexiones neuronales iniciales relacionadas con conceptos nuevos o desconocidos. Estas improntas fundacionales generan pensamientos y emociones que perduran, aunque pueden modificarse por eventos posteriores.

¿Qué implica la impronta somática?

Esta impronta representa el impacto emocional significativo causado por una experiencia puntual en la vida adulta, capaz de transformar e incluso opacar la impronta primaria previa. Un ejemplo sería tener inicialmente recuerdos placenteros sobre viajes en carretera durante la infancia, que son reemplazados por una experiencia traumática posterior, como un accidente.

¿Cuál es el efecto de la impronta última?

La impronta última se refiere al recuerdo más reciente relacionado con una situación o concepto particular, contribuyendo también a cómo percibimos dicha situación actualmente y de cara al futuro.

¿Cómo las improntas influyen directamente en el síndrome del impostor?

Las experiencias tempranas negativas impactan en el cerebro límbico, centro emocional que busca evitar repetir eventos desagradables, generando así miedos y bloqueos en la etapa adulta. Un regaño o castigo fuerte en la infancia, enfrentando algo por primera vez, puede instaurar una impronta negativa, fomentando posteriormente inseguridad, miedo y baja autoestima, ingredientes clave del síndrome del impostor.

La buena noticia es que, aunque las experiencias iniciales son muy influyentes, las improntas negativas pueden abordarse, gestionarse e incluso transformarse a través del concepto conocido como neuroplasticidad.