Cuando no tienes mucha experiencia, piensas que el camino de A a B es una línea recta. Hay gente que logra ir de A a B sin problema, pero ¿cuál es el punto de llegar directamente sin drama ni problemas? ¿Qué haces después si lo logras a la primera?

Pero cuando te lo tomas con seriedad y lo analizas con detenimiento, haces una especie de zoom-in a la situación, y te das cuenta de que en realidad el camino que lleva de A a B tiene un montón de puntos intermedios en los que tienes que detenerte.

Es más, hay veces en que antes de llegar a B te encuentras con F, que es algo que nunca pensaste estar haciendo, pero que por el camino te resulta tanto o más interesante que aquello que buscabas al inicio.

Y, en general, si logras llegar a B, suele ser porque finalmente y por casualidad, te topas con ello cuando ya no lo buscabas, y nunca en línea recta, siempre en un camino de casualidades que se van conectando. Como decían los Rolling Stones, “no siempre puedes conseguir lo que quieres, pero si lo intentas lo suficiente, puedes llegar a conseguir lo que necesitas.”

La casualidad es muy importante. Su importancia radica en que muchas veces cruzamos puertas con nuestro esfuerzo y mérito, pero para que eso suceda, primero tienes que tener la fortuna de que la puerta se te aparezca delante tuyo.
Esto es lo que, en mi opinión, no entienden quienes defienden la “meritocracia”. La “meritocracia” niega el factor de suerte y casualidad que muchas veces ocasiona que las oportunidades se nos aparezcan en el horizonte, y no hay nada de malo en reconocer el elevado % de importancia de la fortuna.
De todas maneras, esa no es la idea principal de este blogpost; aquí el consejo es que para ir de A a B tomes siempre el camino más laaaaaaargo, porque es así como generarás las experiencias que detonarán que, eventualmente, las casualidades sucedan. Pobres quienes quieren ir de A a B y siempre lo logran. Significa que nunca tuvieron delante un reto lo suficientemente grande como para ponerles de rodillas y exigirles lo que no sabían que tenían.
Hay dos tipos de personas cuando pides un consejo: las que te dan un consejo y las que te cuentan una historia.
Por norma general, las que te cuentan una historia son mucho más interesantes, puesto que te están dando el consejo desde la experiencia de haber intentado solucionar un problema o situación como ese en el que estás tú ahora mismo, para el que pides un consejo.
Toma el camino largo. Deja que te pasen cosas. Suma experiencias. Provoca tus casualidades. Y cuando te pidan un consejo, ojalá puedas contar una historia. Good luck, good night, my friends.
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