Cuando mi papá tenía ocho o nueve años vivía obsesionado con un camión antiguo que mi abuelo había dejado al olvido en el garaje de la casa. Se pasaba horas enteras observándolo a escondidas y preguntándose cómo hacer para que volviera a funcionar.
No pasó mucho tiempo para que mi abuelo descubriera la pasión de mi papá y le diera luz verde para hacer lo que quisiera con el motor de ese camión Chevrolet modelo 1926. Fue así como de manera empírica, después de muchas horas en el garaje y con la ayuda de sus hermanos mayores, un buen día mi papá logró poner a andar ese camión que hasta el día de hoy es uno de sus tesoros más preciados.
Ser ingeniero no es obtener un cartón con la palabra “Ingeniería” después de haber estudiado cuatro o cinco años: ser ingeniero es pensar de forma metódica y ordenada, resolver los problemas utilizando los recursos que nos ofrecen las ciencias exactas como las matemáticas, la física o la química.
Por eso estoy convencida de que mi papá se convirtió en ingeniero mucho antes de terminar la primaria y no puedo negar que eso influyó para que mis hermanos y yo decidiéramos seguir sus pasos y aprendiéramos a pensar como ingenieros desde la infancia. De mi padre aprendí a amar las matemáticas porque siempre nos llevan a la verdad y amar la mecánica porque nos facilita la vida.
Hoy en día, en un momento en el que el título que otorga una universidad está perdiendo cada vez más y más relevancia frente a los conocimientos y las habilidades de una persona, vale la pena detenerse a considerar cómo aplicamos las herramientas que adquirimos como ingenieros en todas las situaciones de la vida diaria, no sólo en el trabajo.
Hace unos días una compañera del team Platzi me preguntaba si todavía utilizo lo que aprendí en mi carrera de Ingeniería Química ahora que trabajo en algo completamente diferente, y yo sin pensarlo mucho le dije: “¡Claro que sí! Nunca dejaré de ser ingeniera.”
Aunque mi entorno de trabajo ahora sea un lugar con más libertad creativa y factores humanos, lejos de lo que estaba acostumbrada, mi forma de trabajar siempre será rigurosa y espero no perder nunca la capacidad de analizar, investigar e innovar. Aportar mi visión de ingeniera a un equipo de producción audiovisual ha traído cambios positivos tanto para el equipo como para mí misma.
Es por eso que quiero invitarlos a todos, sin importar su carrera o a qué se dediquen, a tener algo de ingenieros en su forma de pensar. ¿Y por dónde empezamos? ¡Aprendiendo a programar!
Programar es una de las habilidades más útiles que una persona puede desarrollar, aún cuando nunca se siente frente a un computador a escribir código. Plantear tus problemas como algoritmos te permitirá tener la claridad que necesitas para resolverlos de esa manera metódica y eficaz que tanto amamos los ingenieros.
¡Qué inspirador! y cuan cierto, estudio ingeniería química, y quería ser ingeniera química desde los 13 años, ya estaba decidido, y eso mismo quiero inculcar a mis descendientes, que sientan amor por su carrera, que sientan esas ganas de innovar y como dices analizar y pensar como ingenieros.