Cuando pensamos en los Premios Óscar, pensamos en películas de romances trágicos, aventuras épicas y ejemplos de superación que nos cambian la vida. Pero cada tantos años, viene una película a trastocar lo que sabemos. Nos recuerda que no todo es blanco o negro, y que los buenos no siempre ganan. Por ejemplo ”Parasite” en el 2020.
Este año, la película que se sale de la norma es No mires arriba (Don’t look up). Lo primero que resalta es su cast, que es muy impresionante: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Rob Morgan, Jonah Hill, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, Scott Mescudi, Himesh Patel, Melanie Lynskey, Cate Blanchett y Meryl Streep. Pero no deja de ser menos sorprendente que una sátira tan descarada, esté nominada a un premio de tal calibre.
Reseña sin spoilers
La premisa de Don’t look up es bastante acertada para la época en la que vivimos. Dos astrónomos descubren un meteorito que amenaza con estrellarse contra nuestro planeta ocasionando una extinción masiva. Intentan alertar a la población, pero se encuentran con que el gobierno, las empresas, los medios de comunicación y prácticamente el resto del mundo, tienen sus propios hechos, sus propias prioridades y sus maneras muy particulares e indiferentes de enfrentar esta catástrofe.

¿Merecemos la extinción? (sí, aquí ya empiezan los spoilers)
Es muy fácil ver la película y sentir la misma impotencia que abruma a los astrónomos. Para la mitad de la película sabes que todos los demás son prófugos del ácido fólico. Pudiéramos extrapolar este sentimiento a muchas posturas actuales y subirnos a un ladrillo de superioridad intelectual porque “nosotros tenemos la verdad y la razón”.
La misma evolución que nos llevó a ser capaces de llegar a la luna, es la misma que hace que tengamos miedo a muchísimas cosas. Como especie somos tan temerosos como curiosos.
Nuestro cerebro tiene muchísimos mecanismos de defensa, y no estamos consientes de la mayoría de ellos, porque así es como funcionan. Tenemos mecanismos de negación para ocultar el miedo. Nos permitimos vivir con claros sesgos cognitivos, porque así sentimos más control sobre nuestra vida.
Si como individuos, no tenemos una responsabilidad sobre un problema, preferimos ignorarlo. Nuestra mente puede basar nuestras acciones en “hechos” escogidos a la medida de nuestras creencias y necesidades.
No es que seamos tontos, es que así hemos aprendido a manejar el miedo. Así es como sobrevivimos día tras día.
No, el progreso no es el malo de la película
La última esperanza de salvar el planeta se pierde por los intereses económicos de unos pocos. Y son esos pocos son los únicos que logran salvarse. Sus genes realmente no merecen ser los que perpetúen a la raza humana, pero son los que tuvieron acceso a esta tecnología, por sobre millones de seres humanos que podrían merecerlo mucho más
La misma ciencia que les permite descubrir al meteorito, es la misma que les permite crear planes para salvar al planeta. Una herramienta no es buena ni mala. Un martillo puede servir para construir o para lastimar y no depende de él, sino de quien lo usa.
Entonces, ¿cuál es la moraleja?
Así como el conocimiento es un derecho, es una obligación estar informados, sin importar que tan incómodos nos pongan los datos. Mientras dejemos que unos pocos sean los que tomen las decisiones importantes, estamos condenados. Debemos aprender a identificar esas zonas de confort donde evitamos “pensar” y volvernos individuos de acción.
El progreso debe funcionar como nivelador. Dígase medio de comunicación, sistema de salud o cualquier otro tipo de beneficio. Aunque lo desarrollen unos pocos, todos deberían tener acceso a esos beneficios.
No si esta película gane algún Óscar, pero al menos nos ha puesto a hablar de cosas valiosas. Ya con eso se vuelve una película trascendente.
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