CAPACITISMO
Mi cuerpo no sirve
-me dicen-
para satisfacer la mirada masculina.
Mi cuerpo no sirve
para aguantar ocho horas diarias de trabajo.
Mi cuerpo no sirve
para ejercer la guerra,
para parir un hijo
ni para complacer
a quien exige ser
complacido.
Mi cuerpo es una línea divisoria
entre mi luz y el mundo.
Pero mi cuerpo sirve
para bailar, mal y torpe, bajo la lluvia
cuando nadie lo mira.
Sirve para dar puñetazos
y para salvarse solo.
Sirve para cultivar frutas,
mancharse los dedos de barro
y saborear el viento.
Mi cuerpo sirve
como escondite para deseos
no normativos.
Mientras mi sexo es un invierno dormido,
mis nervios son un jeroglífico
de orgasmos repartidos
al azar por la piel.
Mi cuerpo no le sirve a nadie
porque no está construido para la servidumbre.
Ningún cuerpo lo está.
Mi cuerpo está hecho
para gozar la magia,
para abrazar a las otras y parir fantasías,
para sudar la vida
hasta acabarla.
Mi cuerpo
ME
sirve.
A mí.
Para sanarme.
Y sanar con las mías.
Algo para lo que la sociedad de fuera,
esa que nos nombra discapacitadas
nunca ha sido capaz
ni ha servido
de nada.
Siempre me ha gustado recitar lo que considero merece ser recitado.
Mi primer aporte para la comunidad