Sin importar que seas un maestro de preescolar, primaria, secundaria o educación superior, debes reconocer que la única constante en este siglo es el cambio. Cada día existen mas y mejores tecnologías, corrientes de pensamiento y alternativas innovadoras para solucionar problemas que antes eran paquidérmicos. Los estudiantes cada vez se encuentran más informados de todo y de cierta manera resultan un poco más críticos acerca de su propia formación. Todo esta cambiando de manera evidente y como maestros no podemos hacernos de la vista gorda, tenemos que cambiar para adaptarnos, pero más que eso: tenemos que cambiar para hacer que nuestras clases estén siempre a la vanguardia.
¿Pero qué significa cambiar para estar a la vanguardia? ¿Acaso esto implica que usando pizarras interactivas solucionamos él rezago tecnológico en nuestro salón de clase? ¿Acaso darles Laptops y Tabletas a nuestros estudiantes los hará más listos? ¿Acaso deberemos migrar a metodologías virtuales para ponernos al día? Son muchas preguntas, pero todas se responden con una negativa simple: No es la tecnología, es que hacemos con ella.
Una clase puede desarrollarse de una manera tradicionalista con tecnología o sin ella. Esto se debe a que un docente que no tiene creatividad para implementar estrategias usando la tecnología es plenamente capaz de aburrir a sus estudiantes con ella. Esto nos lleva a un reto más allá del silicio y el código: Desarrollar como maestros las capacidades para avanzar nuestras propuestas metodológicas desde contextos teórico académicos hasta práctico metodológicos de la mano con la implementación experimental de tecnologías que apoyen estrategias didácticas permitan alcanzar el santo grial de la educación: una población estudiantil auto motivada.
Esto nos sugiere que existen antecedentes de maestros que usan tecnología, pero que su implementación en el salón de clase no ha sido determinante para mejorar la experiencia educativa de sus estudiantes. La criticidad acerca de cómo se implementan los instrumentos tecnológicos dentro del marco didáctico es trascendental. Por ello es importante ser innovadores en cómo usamos los instrumentos existentes para garantizar una mejor experiencia de aprendizaje a nuestros estudiantes.
Existen muchas herramientas que podemos utilizar. Sin embargo, lo más importante es pensar cómo utilizar dichas herramientas dentro de un contexto planeado con anticipación. Cambiar la forma en cómo damos una clase apoyada en recursos tecnológicos implica garantizar un alto grado de dinamismo e interactividad en el aula. Es importante recordar que no es lo que usamos para dar nuestra clase, es como usamos nuestras herramientas para mejorar la experiencia de aprendizaje.
Así un buen maestro será capaz de dar una clase llena de actividades lúdicas usando PowerPoint y un proyector tanto como aquel que usa una pizarra interactiva para ejecutar el mismo juego. Un maestro habilidoso y creativo es capaz de usar Excel para enseñar matemáticas de una manera distinta y creativa, enseñando desde la tecnología hasta las concepciones teóricas detrás de las aplicaciones de la misma. Kahoot, Hot Potatoes, Edmodo, Moodle, BlackBoard y tantas otras son tecnologías que pueden implementarse tanto en un aula de clase cómo fuera de ella, la pregunta es ¿con qué fin? Se trata de motivar a los estudiantes, de lograr motivarlos usando recursos que les permita ser más participativos en el aula y darle vuelta a este sistema educativo tan criticado, empezando por nuestro salón de clases.
¿Qué tecnología implementarías en tu quehacer cómo maestro? ¿De qué manera la insertarías dentro de tu planificación didáctica?
Déjalo en los comentarios!