La verdad nunca esperé que el documental abriera conmigo.
Dicen que “todo el mundo tiene una historia que contar”. Pero si soy sincero, yo no había encontrado la mía para cuando empecé el reto Creación Documental 101.
Y es curioso, porque todos los días estoy viviendo entre mi pasión por la producción audiovisual y los bloqueos creativos que me surgen, que más que bloqueos, parecen retenes.
Pero a pesar de todo, me reté a seguir adelante con el documental que crearíamos para el reto.
Los documentales son geniales, porque te das cuenta de la cantidad de historias que existen allí afuera, de los viajes de cada persona y de sus aprendizajes. Y yo estaba ansioso por escuchar y entender las historias de las otras personas.

Por eso me pareció muy interesante la idea de un documental colaborativo. Digo, si Youtube ya lo había hecho, ¿por qué no en Platzi?
Mis dudas iniciales
Seré franco: me preocupaba un poco que todo se volviera un comercial muy largo de Platzi, sobre “Cómo Platzi nos cambió la vida para siempre”, pero algo en mí tenía fe en que esa semilla del cambio estaba en un lugar más profundo de la vida de cada uno de nosotros.
El otro problema es que no sabía qué decir. No sabía por dónde empezar, ni qué abordar, ni qué evitar. Algo en mi cabeza buscaba cuál podría ser la forma perfecta para contar todo, y como todos sabemos, nada es perfecto en la vida.
Así que me lancé. Decidí explorar. A grabar y a hablar sobre ello.

Un reencuentro conmigo mismo
Con cámara, con celular, con una grabadora de audio, me dediqué a conseguir material de apoyo: de mi entorno, del metro, del trabajo y de mí mismo. Planeé lo que pude planear, pedí ayuda con lo que no podía grabar, me eduqué con lo que no sabía hacer e improvisé un poquito con el resto.
Y lo que resultó fue un reencuentro conmigo mismo. Sobre lo que me gusta, sobre lo que no, sobre cómo llegué aquí y de lo mucho que disfruto de escuchar las historias de los demás. ¡Y vaya que hubo historias maravillosas!
Cuando por fin pude ver el documental estuve sorprendido. Pude ser testigo de las historias tan interesantes y personales de mis compañeros, y aprendí cómo la vida es un viaje de cambios y de crecimientos. Que crecer duele, pero te hace más fuerte, más humilde y, quizás, un poquito más feliz.
Al final estaba claro que no era Platzi lo que te iba a cambiar la vida, sino aprender (y nunca parar de hacerlo).
Es cierto que no es necesario que todos tengamos una historia que contar, pero también es cierto que, si asumes el reto de explorar, tu historia te encontrará a ti eventualmente.
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