EL TRABAJO PERFECTO
Capítulo 1.
Eran las 4:19pm de una tarde de Abril cuando Carla y Pol, sin ellos saberlo, se vieron en persona por última vez.
Carla era la fundadora de Albriciae, una compañía de diseño estratégico. Después de 10 años de lucha y un pequeño capital inicial, ella y su socia habían conseguido imponerse a muchos prejuicios de todo tipo, y crear una cartera de clientes que era la envidia de muchas otras compañías del sector. No era una compañía espectacularmente grande (27 empleados), pero sí trabajaba muy bien y el futuro parecía luminoso.
Pol trabajaba en Albriciae como diseñador UX/UI, y era uno de sus empleados más longevos. Pensaba pedirle matrimonio a su novia en un par de meses, y en general disfrutaba de su trabajo, sobre todo a partir de aquel momento hacía dos años en el que la compañía comenzó a crecer vertiginosamente (pasó de tener 12 a 23 empleados) y él dejó de ser el único diseñador multitarea, para convertirse en parte de un equipo más “profesional” donde él pudo especializarse en diseño de interfaces.
Entonces… sucedió. El coronavirus. La cuarentena.
La historia de Pol
“- No es personal, Pol”, le dijo Carla.
Pol lo entendía, pero aun así, y aunque la compañía le estaba dando un par de meses de sueldo adicionales para aguantar la situación, que lo despidieran justo en este momento era bastante inconveniente. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué iba a hacer? Le había dado a Albriciae los últimos 8 años de su vida, tanto que ir a la oficina ya se había vuelto un hábito. Pero… ¿y ahora qué?
Se despidió de sus compañeros sin dar demasiadas explicaciones, y al contrario que lo hacía siempre (pedir un Uber) decidió demorar lo más posible su llegada a casa; tenía que pensar cómo iba a explicar esto a los suyos, y también pensar qué iba a hacer a partir de ahora. Apagó su teléfono y se dirigió a la estación de metro más cercana caminando despacio, casi pateando las piedritas que se encontraba por el camino. Era la primera vez que lo despedían, y aunque había leído mucho sobre ello, todo lo que Pol sentía era completamente nuevo, y su mente estaba inundada de preguntas: ¿Tenía suficientes ahorros? ¿Por cuántos meses? ¿Podría contar con su novia? Casarse ahora quedaba completamente fuera de los planes, ¿se enfadaría ella? ¿Lo abandonaría? ¿Lo entendería y saldrían juntos de esto? ¿Se sentía preocupado? ¿O estaba en pánico y no se había dado cuenta?
Mientras esperaba en el andén el siguiente tren, ideas comenzaron a llegar a su cabeza de cómo salir adelante e intentar compensar la falta de un cheque cada 15 días con su sueldo. Pol se sorprendió; hacía mucho que no sentía tal desborde de creatividad con ideas de proyectos que ahora podría (tendría que) hacer para procurarse un ingreso. En su trabajo estaba bien, pero éste se había vuelto un tanto rutinario y pensar fuera de la caja no es algo que Pol hiciera con asiduidad últimamente.
Lo que más le llamó la atención, en su viaje por todas estas sensaciones aumentadas, era que no estaba enojado, ni sentía rencor hacia Carla ni a los motivos que ella le había dado para el despido. Eran… comprensibles. Pero una vez en el vagón, donde todo el mundo iba en silencio, le llegó una pregunta mucho más dolorosa: “¿Sirvo realmente para hacer mi trabajo? ¿Me despidieron por un reajuste en la compañía -como me dijeron- o será que mi trabajo no era lo suficientemente bueno?”
No tener respuesta a esta pregunta le causó cierta angustia a Pol, porque la duda y la inseguridad, que se te quedan pegadas a donde quiera que vayas, son mucho más peligrosas que el enojo, que simplemente llega y se va.
Llegó a su departamento. Él y su novia conservaban cada uno el suyo propio, pero cada vez había más cosas de cada uno de ellos en el departamento del otro. Después de 4 años de relación, parecía perfectamente normal.
“- ¿Amor… ?”
Pero nadie contestó. Pol se sentó en el sofá de la sala y sacó su teléfono del bolsillo. 3 llamadas perdidas de su novia, así como varios mensajes de Whatsapp, uno de ellos de Carla. El Día de la Madre se acercaba, y esta noticia no era precisamente el regalo que él pensaba hacerle a la suya, así que decidió llamarla por teléfono. Ella siempre daba buenos consejos, y aunque no le diera ninguno necesitaba escuchar una voz que no fuera la propia.
“- ¿Madre? ¿Tiene un minuto para hablar…?”
La historia de Carla
“No es personal, Pol”, le dijo Carla.
Para cuando llegó el turno de despedir al diseñador más longevo del equipo, Carla ya había terminado los contratos de 6 personas y había automatizado la explicación para no sentir el dolor por lo que estaba pasando. “Necesitamos recortar recursos”, “los clientes están cancelando proyectos”, “tu valía está fuera de toda duda”, etc. Durante las aproximadamente dos horas en que las 7 personas que no iban a seguir en Albriciae pasaron por el patíbulo en que se había convertido su oficina, Carla utilizó como pudo su mejor cara de póker, mientras se preguntaba si alguien se dará cuenta de lo difícil y doloroso que es tener que recortar la plantilla de tu compañía por motivos que nada tienen que ver contigo.
Días antes, cuando la decisión quedó tomada, y tras una enconada discusión con su socia de más de 10 años, Carla consiguió que cada una de las personas despedidas recibieran dos meses de sueldo adicional, para aminorar el golpe y también, un poco, su sentimiento de culpa. ¿Cómo había llegado a una situación así? ¿Por qué no la vio venir? ¿Qué iba a pasar ahora con la compañía trabajando de forma remota?
Todas estas preguntas se diluían cada vez que en la cabeza de Carla aparecía el pensamiento de cómo podía ayudar a esas personas a conseguir un mejor trabajo. ¿Estarán bien? ¿Lograrán salir adelante? Carla sabía que esta no era, ni de lejos, la prioridad que debía atender en su negocio, pero su sentimiento de “mamá” hacia muchos de los ex-empleados a los que contrató y vio crecer durante años traían la preocupación de regreso una y otra vez, nublando su claridad acerca de lo que debiera hacer a continuación. La forma en la que Carla manejaba a su equipo, no sólo en las tareas del día a día, sino también emocionalmente, parecía ahora volverse en su contra.
A la mañana siguiente, Carla tenía una reunión con el equipo financiero para definir los siguientes pasos a seguir, así que decidió tomarse el resto de la tarde libre y no pensar demasiado. Una pizza, algo en Netflix, mañana será otro día. En el Uber de camino a su casa, Carla decidió volver a jugar Angry Birds. Era un juego un tanto antiguo, pero aún la entretenía, y que además le traía el recuerdo de cuando, en 2011, Albriciae cerró a su primer cliente importante. Pero el remordimiento seguía llamando a su puerta, y Carla pensó que quizá debiera haber sido menos fría con Pol. Haber sido menos… ejecutiva, y haberle dado más feedback o explicaciones… “¿me veré muy fuera de lugar si le llamo por teléfono para ver cómo está?”.
Carla interrumpió su partida, abrió la agenda, buscó el contacto de Pol y justo antes de pulsar el botón para marcar se arrepintió. Decidió mejor enviarle un mensaje de texto: “Todo va a estar bien”, un mensaje que aunque era para Pol, envió sintiendo que era en parte también para ella misma.
A Carla no le gustaba cocinar ni una lata de atún, así que cuando llegó a su departamento pidió una pizza a su lugar favorito por uno de esos servicios de comida a domicilio. Sacó una cerveza del refri semi-vacío y se sentó en el sofá de su sala a esperar en silencio. Y aunque ella no quería pensar en nada, comenzaron a llegar preguntas: ¿Qué hago con estos proyectos que tenemos en marcha? ¿Cómo va a trabajar esta compañía de forma remota? ¿Cómo voy a confiar en que todos hagan bien su trabajo si no los puedo ver?
La pregunta más dura, sin embargo, llegó unos 30 minutos después, casi a la misma hora que la pizza: “¿Cómo puedo pensar que soy buena líder si permití que mi compañía se encontrara en esta situación?”
CONTINÚA EN CAPÍTULO 2
¿tienes algún consejo para Pol o para Carla? déjalo en los comentarios de este posteo y nos vemos en la próxima entrega de “El trabajo perfecto” 😃
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Este relato cuyo primer capítulo acabas de leer no es más que una historia, pero para muchas personas, en esta cuarentena, pudiera llegar a ser un retrato de su día a día. Es una época complicada, muchas personas están en búsqueda de un nuevo (o mejor) trabajo, y en Platzi queremos ayudarte a que te prepares para poder aspirar al mejor trabajo posible, tu trabajo perfecto.
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Cómo Prepararte Profesionalmente para el Futuro