El reto más grande al que me he enfrentado como líder ha sido el manejo de mis emociones. Liderar implica tomar decisiones bajo presión, mantener la objetividad en situaciones complejas y ser un ejemplo para el equipo, incluso cuando emocionalmente no es fácil. Aprender a gestionar mis emociones me ha permitido comunicarme de forma más asertiva, mantener un ambiente de trabajo equilibrado y responder con claridad en momentos de tensión. Ha sido un proceso de crecimiento constante que me ha fortalecido tanto a nivel personal como profesional.