Este mes, Platzi te ayuda a prepararte para el trabajo que quieres. Aquí puedes averiguar cómo.
Puedes leer el capítulo 2 de esta historia haciendo click aquí:
EL TRABAJO PERFECTO
Capítulo 3.
Misma ciudad, un par de meses más tarde…
EN LA VIDA DE POL

“Estás en mute…”, dijeron al interlocutor Pol y las otras 3 personas presentes en la videollamada. La vida de Pol se había vuelto una videollamada, pero no se podía quejar, las invitaciones a participar en proyectos como freelance seguían apareciendo mágicamente. Quizá era normal, se decía Pol a sí mismo, que las empresas no estuvieran contratando ahora, puesto que nadie sabía cómo iba a funcionar el mundo laboral dentro de 6 meses. Pero, mientras tanto, él aprovechaba participando en proyectos para diversas compañías, todas locales menos aquella, estadounidense, que le pagaba en dólares en este momento tan raro en que la moneda de su país fluctuaba tanto.
“¿Por qué no compré Bitcoin hace unos años?”, divagaba Pol en sus pensamientos mientras la persona que tenía la palabra se peleaba con su laptop intentando activar el audio de su videoconferencia. Era la tercera del día y apenas eran las 11:30am. En medio de estas reflexiones sin rumbo de Pol también aparecían buenas ideas, en un flujo que no se detenía desde el día en que su antigua jefa lo despidió; “¿por qué demonios no habrá una forma más fácil de activar/desactivar el mute en las videollamadas? Pulsando o soltando la barra espaciadora o algo por el estilo, como si fuera un walkie-talkie.”
Pese a tener su agenda repleta de proyectos (algunos de ellos muy interesantes, ¿quién no querría diseñar las interfaces del futuro post-pandemia?) y combustible en su cuenta de banco para llegar, como mínimo, hasta inicios del próximo año, Pol seguía teniendo en mente conseguir un trabajo de tiempo completo que le permitiera recibir un sueldo cada 15 días. “Old habits, die hard” suele decirse, y en este caso era completamente cierto. Si bien Pol no se quejaba, y estaba ciertamente agradecido por las oportunidades y recomendaciones que amigos y ex-clientes hacían de sus habilidades, había algo agotador en esta vida freelance, y era el hecho de que ahora sentía que tenía dos trabajos: uno, el trabajo en sí; otro, conseguir cobrar por el mismo.
“Un respiro me vendría bien”, se decía (Pol se decía muchas cosas en esta época, como pueden adivinar). Así que él seguía intentándolo una y otra vez, una y otra vez, al punto de que había comenzado a comprender cómo reescribir su hoja de vida para pasar el filtro de los algoritmos que las compañías utilizaban antes de que llegara a contactarte un reclutador.
Tras 3 intentos fallidos de entrar a 3 compañías que admiraba mucho, después de procesos de hasta 7 u 8 entrevistas, Pol había comenzado a desarrollar una especie de “cinismo de autodefensa”, donde ya no se tomaba tan en serio lo que esas compañías decían en sus notas de prensa sobre “reclutar el mejor talento” y otras frases similares. Tener trabajo propio para unos meses le había ayudado a llegar a cada entrevista desde la curiosidad más que desde la necesidad, pero aún así, y por X o Y motivo, parecía que siempre le faltaba algo para cumplir con lo que estas compañías demandaban de sus candidatos. Quizá no le ayudaba su actitud inquisidora con algunos de los reclutadores. Pol creía firmemente que una entrevista era un proceso de dos vías, donde el candidato también entrevistaba a la compañía para saber si ese sería un lugar donde él podría crecer. “¿Qué pasa si tengo un hijo? ¿A cuántos días de vacaciones tengo derecho? ¿Cuál es el sueldo inicial? ¿Hay incentivos?” eran preguntas que él sacaba a colación con resultados distintos. Desde el reclutador que balbuceaba en la respuesta (lo que indicaba claramente que no tenía ninguna) hasta el que te contestaba todo con pelos y señales, y en el que confiabas por la credibilidad de la compañía que representaba, pasando por algún otro que cierto día le dijo a Pol algo similar a “no te equivoques, aquí el que estoy entrevistando y hace las preguntas soy yo”, una alerta roja terrible que hizo que Pol no volviera a responder correos ni llamadas de nadie de dicha empresa.
El pensamiento recurrente de que debería existir una escuela donde te enseñen no sólo cómo hacer un trabajo, sino también cómo presentarte a una entrevista, llegaba una y otra vez a su cabeza, sobre todo en los momentos de problema logístico de cada videollamada donde alguien tenía problemas para conectar su audio, así que, como si no tuviera suficiente trabajo, Pol decidió auto-producir un pequeño curso en línea compartiendo lo que había aprendido en más de 8 años de experiencia trabajando y reclutando talento en el campo de UX/UI, intentando no sólo compartir lo que sabía, sino también atraer a personas que pudieran proporcionarle las respuestas que él aún no tenía acerca de cómo triunfar en uno de estos procesos de entrevista.
Para sorpresa de Pol, algunos días más tarde y en uno de esos espacios entre videollamada y videollamada, un mail llegó a su casilla de correo. Pol reconoció rápidamente al remitente, pues trabajaba en una compañía que conocía por haber tomado allí algunos cursos cuando comenzó la famosa pandemia del coronavirus. Se sirvió un café, regresó a su escritorio y abrió el email.
EN LA VIDA DE CARLA

El cursor parpadeaba pesadamente sobre el blanco de la pantalla. Carla no podía creer lo que iba a hacer, pero no tenía ninguna duda de que era lo más conveniente en este momento.
Se puso a pensar en lo que había pasado en los últimos meses, en cómo cuando pensó que todo era el fin, resultó que no. Que su compañía era mucho más robusta de lo que ella pensaba y que quienes trabajaban en ella lo hacían no sólo por el sueldo, sino porque compartían con ella su visión de la vida y del mundo. Se sintió aún con un largo camino por delante, pero más tranquila y menos culpable. Aún se preguntaba qué sería de aquellos a quienes tuvo que despedir, pero su mente regresaba rápidamente a lo que tenía pendiente por hacer en su agenda ese día. Todo era más fácil desde que había aceptado cuál era la realidad, en vez de lamentarse por cómo era todo anteriormente.
Su decisión de cambiar la forma en la que todo su equipo trabajaba se había traducido en una productividad de parte de toda la compañía como nunca antes habían visto ella y su socia. Tanto que ambas conversaban a menudo al respecto de cómo podría mantenerse esta dinámica cuando terminara la pandemia. Porque la pandemia iba a terminar en cualquier momento y todos regresaríamos a la oficina, ¿o no?
“- Enfócate, Carla, tienes que enviar este correo.”
Esa empresa para la que Albriciae había conseguido trabajar después de tanto tiempo persiguiéndola había resultado ser aburrida, contradictoria, controladora y poco cumplidora con los pagos. Pero la Carla de hacía 3 meses no podía deshacerse de un cliente así por las buenas, con la cantidad de empleados a los que tenía que pagar mensualmente su nómina. Sin embargo, una combinación reciente de buena fortuna y el haber sido capaz de comunicar a sus prospectos que, independientemente de la incertidumbre del mercado, ella y Albriciae sabían qué se traían entre manos y cómo operar en medio de esta pandemia, le había permitido ganar 4 nuevos proyectos en un período muy corto de tiempo. Con este prometedor panorama en ciernes, ella y su socia habían llegado al acuerdo de que, de ahora en adelante, dejarían de preocuparse tanto por crecer en número de empleados y clientes, y se preocuparían más por hacer cada vez mejor trabajo para los clientes con los que actualmente colaboraban. Y aquellos clientes que eran más un problema que una oportunidad se tendrían que marchar. No hay dinero de ningún cliente que haga que merezca la pena que tus empleados se sientan miserables.
“- Vas a despedir… ¿a un cliente?” le había escrito de vuelta Camilo, cuando Carla le escribió para preguntarle si estaba loca. En realidad Carla ya lo tenía decidido, sólo quería tener una última aprobación que la hiciera sentir (porque la inseguridad es muy mala) que iba por la ruta correcta.
“- Muy bien, Carla, estás empezando a entender cómo funciona esto”, le escribió aquel, y con eso Carla vio el cielo abierto, y se sentó delante de su laptop a redactar ese e-mail.
El cursor seguía parpadeando pesadamente, pero Carla ya tenía clarísimo lo que iba a decir. Redactó el correo, y adujo circunstancias personales y de cambio de dirección en el negocio para avisar de que hasta-aquí-hemos-llegado, un eufemismo educado para no decirle a ese cliente lo que realmente pensaba de la compañía. Envalentonada por la adrenalina que bombeaba en su interior, Carla leyó por última vez el texto (uno no debe despedirse con typos ni faltas de ortografía, la clase ante todo), contuvo el aliento y pulsó el botón ENVIAR.
CONTINÚA EN CAPÍTULO 4
¿tienes algún consejo para Pol o para Carla? déjalo en los comentarios de este posteo y nos vemos en la próxima entrega de “El trabajo perfecto” 😃
PLATZI TE AYUDA A PREPARARTE PARA EL MEJOR TRABAJO POSIBLE
Y para eso, esta semana continuamos con nuestro reto de este mes, prepararte lo mejor posible para el trabajo que quieres. En este post te explicamos TODA la dinámica de lo que requieres hacer estas semanas para desbloquear un badge increíble a final de mes 😃
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